lunes, 29 de abril de 2019

La maravilla de estar viva.


Esto ha sido mi vida… A veces;
He caminado sola,
Con los ojos cerrados
Y los pasos cortos;
A veces en círculos, evadiendo la tristeza
O algunos valles amargos.
Muchas veces,
Levante mi sangre del polvo;
Sacudí su llaga hasta los huesos,
Hasta la raíz del aullido y la nostalgia;
Grité mi dolor en silencio,
De manera callada y clandestina,
Para no asustar los sueños;
Para espantar de mis noches los miedos
Y algunos fantasmas del odio.
He tomado caminos torpes, errados,
Caminos de bocas oscuras,
De rosas con dientes y fango;
He creído mentiras y medias verdades,
Y fantasías onerosas
Y baladas tántricas.
Me he bebido el vino mezclado con llanto,
Con sollozos y suspiros;
He partido mi pan con el hambriento
Y mi cuerpo con el egoísta;
Se han comido mis carnes,
Saboreado mi beso hasta el delirio,
Hasta el dolor de mi lengua;
Luego han punzado mi costado
Para beber mí sangre,
Sin importar mis muertes,
Sin pensar en el dolor de mis ojos.
Pero estoy viva,
Traigo un canto de amor en mi garganta,
Mojado de luna nueva
Y un fénix que baila en mis pechos,
Que arde en mis quejidos
Y luego resucita;
Me han pateado la sonrisa,
Pero ella baila,
Me han hundido en el lodo
Pero he volado.
Y todo esto no es más
Que el latir de mi existencia,
La maravilla de estar viva.

De vuelta a ti.


Sueño mío:
He despertado como siempre, de vuelta a ti; con los ojos saturados de luna, y la vida primorosa abriéndose paso, entre muertes necesarias y llantos inútiles.
Y además de las ansias de besar tu sombra, traigo esta urdimbre de versos que saltan de mi sangre, sin temor al destino.
Siempre de vuelta a ti.
M.L.

Lujuria.


En grito y en silencio,
En ciegas confesiones de cristales translucidos,
La lujuria se asoma. 
Todos buscan su premio;
Con viciada avidez,
Se muerden las ganas,
Mientras cierro los ojos.
Reclinada sobre la noche,
Aguardo un poco,
La señal urgida de mi hambre.
Todos traen sus ruidos de nudillos sordos
Que repican en mi ventana,
Mostrándome sus notas de compases gastados.
Se afilan los dientes,
Y mojan sus labios.
Yo solo quiero un poema.
M.L.

domingo, 28 de abril de 2019

Hay cosas que no son eternas.


He tenido la certeza
De haber surcado otros cielos,
Volado en otras alas,
De ver la vida en otros ojos,
De haber escrito un poema de Alfonsina;
Pero ya no estoy segura
De la perpetuidad de algunas cosas,
De aquellas que solía llamar eternas;
La luna, por ejemplo,
No siempre está en menguante,
He notado que redondea sus bordes
Y a veces se fuga, se hace invisible;
El invierno no siempre llega en diciembre,
Lo he sentido en agosto,
Acariciando mis lados subversivos;
Algunos recuerdos tampoco lo son;
Como la historia de dos que se amaban,
Atados por lazos invisibles en ciudades lejanas,
Ellos, ya no son los mismos;
El camino devuelve los pasos
Y la historia se traga las promesas de eternidad;
No existen poemas ni señales de un pacto,
Sólo el eco de un adiós

Que perdió el camino.

Yo, la que escribe.

Yo, la que escribe.

Yo, la que escribe;
La que busca en la vida los motivos,
Las razones para no bajar los brazos,
Para seguir amando las mañanas,
He hablado al corazón con mi sangre,
Con todos los ojos de mi alma;
He transitado los caminos sin cruzar los dedos,
Sin temor a la herida,
Ni a las nubes,
Ni al menguante de la luna.

Yo, la que escribe,
En un vetusto mar de ausencias,
Que abre contra mí su boca
Y tiene sus raíces en la noche,
En las lentas madrugadas
Y en los brazos del otoño;
Me busco en la luna,
Toco en mi pecho el deseo,
En el mismo lugar donde algún caminante,
Sació su sed un poco
Y sacudió sus temores.

Yo, la que escribe,
Aletargada en un silencio breve,
En una renuncia de voluntad pequeña,
Que diminuta se escurre entre los miedos
Y promesas de austera compañía;
Acomodo mis alas, las ajusto para el vuelo;
He tejido primaveras en mi pelo
Para evadir el otoño,
Para encontrar en mis manos
La lira que me salva.



A dónde va la voz
Del grito que no fue verso.
A dónde la palabra
Que fue bandera,
Señal de una guerra en pausa
Y paz incierta.
Dónde están las respuestas
Que salvan la esperanza.
A veces,
Imagino inviernos y noches sin lunas,
Sin una razón coherente .
Y cuento días
Y horas
Y semanas
Y siglos
Y cada eternidad en que murieron mis muertes.
A veces,
Me basta una hora de sol,
Para calentar mis ojos
Y hacer germinar la esperanza .

Un grito de júbilo

Un grito de júbilo
Soy cauta en este día disipado; soy primicia y bocado fértil de la mano que me toma, del beso que no suelta mis labios.
El otoño se asoma despacio, reducido a un parpadeo de insomnio, que plantó su casa en mi almohada.
Repaso en silencio cada lustro, cada eternidad de locura sensata, de lírica gravidez etérea, de latidos heroicos en mis cicatrices, de la paz que aniquila mis contiendas.
No hay en mi costado señales, ni sangre ni agua, ni siquiera vestigios de algún sacrificio; sólo aquella canción de cuna, que adormeció a mis vástagos, aún late en mi vientre; como himno perpetuo, como plegaria que exorciza los odios.
Traigo algunos versos en los labios, y caricias pendientes, besos que no florecieron; y en mi torso tatuados algunos rostros, signos de fálica bondad imperecedera, de algunos amores rotos.
Una consigna me sigue, me levanta los brazos y los ojos; es un grito que nace en mi sangre, que estremece las paredes del miedo. Es un canto que sembré en mis lunas, en mis tardes grises y en los días perdidos, de las caricias bisiestas que nunca fueron.
¡Estoy viva!

sábado, 23 de marzo de 2019

¿Qué importa que miren? 

Miran de soslayo,
Como si amar la soledad fuera un estigma, una pasión hereje,
Como si caminar descalza y hablar con la luna fuera locura.
Y qué si me abandono, si me quedo sola,
Si me doy la mano y me beso,
Y comparto mí dicha con la tierra,
Con las aves 
Y el cielo;
Si excomulgo el recato y los paradigmas vacios,
Si me abrazo en las noches y me siento plena,
Si en la punta de mis dedos florecen los orgasmos
Y el sur de mis pechos se torna volcánico;
Si me adentro en mi alma,
Sin tiempo ni espacio;
Y si puedo ser libre
Y franca
Y etérea, ¿Qué importa que miren?

M.L.