domingo, 28 de abril de 2019

Un grito de júbilo

Un grito de júbilo
Soy cauta en este día disipado; soy primicia y bocado fértil de la mano que me toma, del beso que no suelta mis labios.
El otoño se asoma despacio, reducido a un parpadeo de insomnio, que plantó su casa en mi almohada.
Repaso en silencio cada lustro, cada eternidad de locura sensata, de lírica gravidez etérea, de latidos heroicos en mis cicatrices, de la paz que aniquila mis contiendas.
No hay en mi costado señales, ni sangre ni agua, ni siquiera vestigios de algún sacrificio; sólo aquella canción de cuna, que adormeció a mis vástagos, aún late en mi vientre; como himno perpetuo, como plegaria que exorciza los odios.
Traigo algunos versos en los labios, y caricias pendientes, besos que no florecieron; y en mi torso tatuados algunos rostros, signos de fálica bondad imperecedera, de algunos amores rotos.
Una consigna me sigue, me levanta los brazos y los ojos; es un grito que nace en mi sangre, que estremece las paredes del miedo. Es un canto que sembré en mis lunas, en mis tardes grises y en los días perdidos, de las caricias bisiestas que nunca fueron.
¡Estoy viva!

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