lunes, 12 de diciembre de 2022

 Recuerdos de un verano de olvido

Hay ciertos hechos que el verano atesora,
no importa el tiempo;
podría ser en un coche,
en una cabaña,
en un cuarto de hotel
o cualquier espacio oculto a los intrusos;
son cosas tan simples,
tan comunes a los sueños,
tan inmunes al olvido.
Él llegaba callado,
sereno,
tan seguro en su conquista;
y hablaba con los ojos,
con el alma.
Eran tiempos de gloria,
cuando no existía el miedo
y el amor habitaba en la esperanza.
Fue en un bosque de amparo (el encuentro),
con arboles gigantes,
y el sol calentaba la tarde.
Era un tiempo de encanto,
cuando la libertad no estaba amordazada,
y el amor y el dolor
se vivían en un mismo sorbo.
La pasión ardía en sus carnes
y las dulces dentelladas saltaban,
como gotas de ansias;
como agostos incendiarios en la sangre.
En el declinar del día,
Las caricias y promesas fueron mermando;
las piedras blanquísimas hablaban,
anunciaban abandono,
presagiando el final de aquel idilio;
mientras, la luna,
envuelta en sus oscuras cortinas,
se asomaba,
acompañando sus pasos por última vez.
Ahora que el recuerdo brota,
entre las sombras del ayer;
todo es hastío,
es quedarse inmóvil perdonando el pasado
y abrazar el olvido necesario.

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